martes, 12 de abril de 2016

El Comportamiento Hacia Los Animales. Una Aproximación Ética

a) Todo médico o investigador tiene la obligación de tener siempre en cuenta el derecho a la autodeterminación de todo ser humano. Este principio implica que no se puede someter a ninguna persona a una experiencia o a una terapia sin su consentimiento explícito.

b) Cuando se afronta el caso de tener personas que más o menos son incapaces de dar un consentimiento informado (niños en su más temprana edad, personas con deficiencias mentales severas, etc.) el segundo valor moral de nuestra civilización adquiere toda su importancia: el derecho a no sufrir. La aplicación correcta de este principio implica que todas estas personas no pueden ser objeto de terapias o de investigaciones sino a condición explícita de que el propósito y el fin de las mismas sea su bienestar, y aún en esos casos, se debe reducir el sufrimiento al mínimo.

El libro de los muertos egipcios prohíbe maltratar al ganado, y la tradición hindú en particular, el Budismo y el Jainismo adoptan una actitud positiva hacia los animales. Pero en las tradiciones griega, romana y bíblica, el respeto a los animales era prácticamente inexistente; en consecuencia, la preocupación por su sufrimiento es un fenómeno relativamente reciente en nuestra civilización.
El principio de que no se tiene el derecho de hacer sufrir, parece confrontarnos con una inevitable contradicción: nuestra intensa preocupación por el sufrimiento de los seres humanos por un lado, y nuestra incapacidad de tener en cuenta el sufrimiento de los animales, por el otro.
Si se parte el principio de que debemos evitar el sufrimiento cuanto sea posible  principio que se impone cada vez más en nuestra cultura no tenemos el derecho de no tener en cuenta la posibilidad de que esta hipótesis crucial pueda ser correcta.

El principio según el cual los seres humanos tienen derechos específicos porque son humanos es extremamente importante pero, que este principio sirva para justificar la existencia de una brecha tan profunda entre los seres humanos y los animales, hasta el punto de que ignore el sufrimiento de estos últimos, me parece toda una aberración.

«El pluralismo bioético es una estrategia practicable sólo de los sistemas políticos liberal-democráticos, donde los individuos en cuanto ciudadanos construyen y respetan un contrato social que regula la mayor parte de las decisiones. Sólo en estas condiciones la solución pluralista sobre un tema bioético puede legalizarse en su respectivo ámbito y por ende, se está en situación de hacer valer los acuerdos entre grupos.» SALVADOR D. BERGEL


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