a) Todo
médico o investigador tiene la obligación de tener siempre en cuenta el derecho
a la autodeterminación de todo ser humano. Este principio implica que no se
puede someter a ninguna persona a una experiencia o a una terapia sin su
consentimiento explícito.
b) Cuando
se afronta el caso de tener personas que más o menos son incapaces de dar un
consentimiento informado (niños en su más temprana edad, personas con
deficiencias mentales severas, etc.) el segundo valor moral de nuestra civilización
adquiere toda su importancia: el derecho a no sufrir. La aplicación correcta de
este principio implica que todas estas personas no pueden ser objeto de
terapias o de investigaciones sino a condición explícita de que el propósito y
el fin de las mismas sea su bienestar, y aún en esos casos, se debe reducir el
sufrimiento al mínimo.
El libro de los muertos egipcios
prohíbe maltratar al ganado, y la tradición hindú en particular, el Budismo y
el Jainismo adoptan una actitud positiva hacia los animales. Pero en las
tradiciones griega, romana y bíblica, el respeto a los animales era
prácticamente inexistente; en consecuencia, la preocupación por su sufrimiento
es un fenómeno relativamente reciente en nuestra civilización.
El
principio de que no se tiene el derecho de hacer sufrir, parece confrontarnos con
una inevitable contradicción: nuestra intensa preocupación por el sufrimiento
de los seres humanos por un lado, y nuestra incapacidad de tener en cuenta el
sufrimiento de los animales, por el otro.
Si se parte el principio de
que debemos evitar el sufrimiento cuanto sea posible principio que se impone cada vez más en nuestra
cultura no tenemos el derecho de no tener en cuenta la posibilidad de que esta
hipótesis crucial pueda ser correcta.
El principio según el cual los
seres humanos tienen derechos específicos porque son humanos es extremamente
importante pero, que este principio sirva para justificar la existencia de una
brecha tan profunda entre los seres humanos y los animales, hasta el punto de
que ignore el sufrimiento de estos últimos, me parece toda una aberración.
«El pluralismo bioético es una
estrategia practicable sólo de los sistemas políticos liberal-democráticos,
donde los individuos en cuanto ciudadanos construyen y respetan un contrato
social que regula la mayor parte de las decisiones. Sólo en estas condiciones
la solución pluralista sobre un tema bioético puede legalizarse en su
respectivo ámbito y por ende, se está en situación de hacer valer los acuerdos
entre grupos.» SALVADOR D. BERGEL
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